En mi época de estudiante (hace ya algún tiempo…), siempre me llamó la atención la creatividad de ciertos compañeros para hacer chuletas para los exámenes de las materias difíciles. Hojas minúsculas pegadas al lápiz, que se escondían al sostenerlo, borradores con recordatorios, escritos con tinta en el dorso de la mano escondidos bajo un suéter… En muchos casos el proceso de preparar una chuleta era tan laborioso, que el estudiante terminaba recordando la materia sin tener que recurrir a la trampa. Hoy la tecnología le abre infinitas puertas a los amantes de los atajos. Sobre este tema conversamos esta semana.
De acuerdo a Forbes en el Reino Unido se reportó en 2018 un incremento en las trampas en los exámenes usando teléfonos inteligentes. La Comisión Independiente para la Mala Práctica en los Exámenes (Independent Commission on Examination Malpractice) recomendó en su informe la prohibición de cualquier tipo de reloj en los salones de exámenes británicos, ante la imposibilidad de controlar el uso fraudulento de estos equipos durante las pruebas.
En China, centros de monitoreo siguen en vivo las pruebas, en un esfuerzo por detectar a los cyber tramposos.
Equipos que antes aparecían en las películas de espías, como celulares inteligentes, audífonos diminutos, cámaras incrustadas en los anteojos, etc., hoy pueden servir de herramientas a estudiantes para recibir respuestas, trasmitir preguntas a otros grupos, etc.
Los profesores, en general menos versados en tecnología que sus estudiantes, están en franca desventaja para detectar estas ingeniosas formas de hacer trampa.
Las medidas para contrarrestar este flagelo no serán sencillas, pero a nuestro entender deben comenzar por educar a las nuevas generaciones sobre el valor de la honestidad.
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